Aparte de la
enfermedad médica, el entorno hospitalario por sí mismo puede resultar
estresante. Para muchos, el hospital es un lugar aterrador asociado con recuerdos
personales o familiares dolorosos. La hospitalización separa a los pacientes de
sus apoyos sociales y ambientales habituales; su propia naturaleza la convierte
en incomunicación.
Al paciente
ingresado se le pide que lleve una camisa de hospital, lo cual supone una
desindividualización, pérdida del control y pérdida de la intimidad. Las
máquinas, las vías intravenosas, las extracciones de sangre, las interacciones con
desconocidos y tener cerca a pacientes enfermos son, todos ellos, factores que
contribuyen al estrés de la hospitalización, con independencia de la enfermedad
concreta del paciente. Por otra parte, el hospital requiere que el paciente sea
en gran medida dependiente de los demás para la mayoría de las tareas básicas,
cambio que, por sí mismo, ya puede resultar muy estresante para muchos
individuos.
Perry y
Viederman describieron tres tareas sucesivas (aunque algunas veces se solapan)
por las que deben pasar los pacientes que se enfrentan a una enfermedad médica:
a) reconocimiento
ante ellos mismos y ante los demás de que se está enfermo;
b) dependencia
regresiva en los demás para que los cuiden, y
c) reanudación del
funcionamiento normal después de la recuperación.
Perry y
Viederman propusieron que las tres tareas comportaban sus propios factores estresantes
y que debían exponerse a cada paciente para que afrontasen con éxito la
enfermedad y la hospitalización.
Aunque la
mayoría de las personas no afirmarían abiertamente que son invulnerables a una
enfermedad médica grave, pueden sostener esta idea de forma consciente. Las
fantasías inconscientes de invulnerabilidad pueden pasarse por alto hasta que
la persona se lesiona o cae enferma. El desarrollo de una enfermedad médica
hace pedazos cualquier creencia de este tipo, consciente o inconsciente. El
paciente enfermo puede sentirse «defectuoso», «débil» o menos atractivo para
los demás.
La separación de
la familia o de los amigos en el hospital o en el hogar cuando uno está enfermo
produce aislamiento, desconexión y estrés. Esto puede desencadenar miedo al
abandono, consciente o inconsciente. El estrés de la separación y el miedo al
abandono no sólo los experimentan los niños.
La falta de
intimidad en el entorno hospitalario o en la clínica representa un estrés
adicional para el paciente. La exposición corporal resulta incómoda. Es posible
que los pacientes tengan que soportar repetidos exámenes por parte de médicos,
enfermeras y estudiantes de medicina llevando sólo un ligero camisón. Puede
ocurrir que se muestren públicamente los aspectos más privados de la vida.
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