El alcoholismo o dependencia alcohólica es una enfermedad devastadora para el paciente y todo su círculo familiar y social, muchas son las personas que a diario caen en esta espiral de autodestrucción de la cual pocas pueden contar con desenlaces felices al contrario de la gran mayoría que cursa con deterioro grave, secuelas, pérdidas o inclusive la muerte
La tolerancia sobreviene primero,
se refiere a una especie de entrenamiento, que le permite al bebedor tomar cada
vez más alcohol. El bebedor está obligado a aumentar la dosis para obtener el
efecto necesario. El efecto, en este estado, no es tanto un placer como una
"necesidad". Si esa necesidad se torna cotidiana, aparece el primer estadio
de la dependencia.
El fracaso de
las decisiones de moderación es una experiencia común en todos los
dependientes del alcohol. Comienza por la incapacidad repetida de pararse
después de la segunda o tercera copa. Este comportamiento puede observarse desde
el principio de la carrera bebedora, aunque las embriagueces no son aún más que
episódicas. Constituye ya un déficit de libertad, aunque es habitual
considerarlo al principio como signo de alarma más que como prueba de
dependencia.
La reaparición
del deseo de beber alcohol, una vez desaparecido el efecto, es propia
de la primera etapa de la abstinencia. Preventivamente, la persona toma una
copa cada vez que va a salir su casa.
La convicción
de estar metido en un círculo vicioso se instaura pronto o tarde, con
intermitencias. Tan pronto aparece como desaparece. Los dos signos precedentes sugieren
esta convicción, y el estado de abstinencia matinal se impone definitivamente.
"No podría vivir sin alcohol, y tampoco podría vivir con él" (Alcohólicos
Anónimos)
La obsesión por
aprovisionarse de alcohol vuelve sin cesar. Una vez establecida la comunicación
afectiva con el alcohol-dependiente, éste no suele negar su esclavitud respecto
del alcohol.
Al cabo del tiempo
se instaura un sufrimiento sobre esta esclavitud, y una desesperación
por salir, desesperación
continuamente ahogada en alcohol. "Los dos últimos meses, he
bebido para matarme más deprisa y he conocido los sufrimientos del infierno, la
rabia y la desesperación" (A.A.), observando Las botellas
rojas, pintadas
por Nicolás de Stael poco antes de lanzarse por la ventana de su estudio;
cabría pensar que las botellas nos estarían dando un aviso.
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